martes, 29 de noviembre de 2016


CONSIDERACIONES SOBRE "DOCTOR EXTRAÑO (DOCTOR STANGE)"

Otro nuevo Marvel cuyo principal atractivo,"a priori", era contar con un director con un buen "curriculum vitae" como Scott Derrickson y uno de los mejores actores de su generación como protagonista, como es el caso de Benedict Cumberbatch y que consiguen uno de los títulos de la factoría más interesantes.

Hasta la fecha la filmografía de Scott Derrickson ha transitado entre el cine de terror y el fantástico y ciencia ficción, tras comenzar su andadura como realizador con una de las andanzas en video de los demonios cenobitas como fue “Hellraiser: Inferno” (2000) a lo que siguió con su salto a la fama merced a “El exorcismo de Emily Rose” (2005), su gran éxito con “Sinister” (2012), joya del horror contemporáneo y “otra vuelta de tuerca” al tema de las posesiones con “Líbranos del mal”, dejando en medio el discreto “remake” de “Ultimatum a la Tierra” (2008). Así que un director con talento para adaptar a la gran pantalla este “Doctor Extraño”, que a pesar de ser personaje de la factoría Marvel ha sido tratado más como cine fantástico y de ciencia ficción que como un vehículo concebido como espectáculo de acción con uno o varios superhéroes. Y eso se nota en toda la producción, pues ni “Guardianes de la galaxia” tenía tanto empaque en la puesta en escena para acogerse a las reglas de la “science fiction” (no se por qué siempre que lo escribo en lengua anglosajona empiezo a tararear el inicio de “The Rocky Horror Picture Show).

Derrickson es uno de los pilares en lo que se asienta el edificio. El otro es su protagonista Benedict Cumberbatch, cuyo salto al estrellato llegó con la serie “Sherlock” pero que ha acabado revelándose como uno de los mejores actores de su generación (el mejor, en palabras de gente a la que respeto su criterio). Este binomio de director acertado y actor importante acaban dotando a todo el metraje de una prestancia digna de encomio, consiguiendo que “Doctor Extraño” acabe siendo un producto más adulto que otras muchas adaptaciones de los tebeos, sin dejar de entender la vía comercial y saber que es un film destinado a toda la familia y con la sana intención de reventar la taquilla y vender cuantas más entradas mejor, aunque tengo el pálpito que no va a recaudar tanto como otros largometrajes de la misma casa peor rodados, con esa insufrible técnica que consiste que el plano dure lo mínimo posible con un montaje acelerado, tipo videoclip que busca saturar al espectador y tenerle entretenido aunque sea a costa de no pensar nada. Forma que detesto no solo por la trampa de evitar el pensamiento por el entretenimiento sino porque en más de un momento pierdo el sentido del tiempo y el espacio y, por ejemplo, en las escenas de acción no consigo saber quien pega, a quien y donde. El ejemplo claro de esta forma de rodar lo tendríamos en las aventuras del “Capitán América”, sobre todo en la primera que dirigieron los Hermanos Russo (la segunda de la serie). Derrickson intenta explicar mucho más la personalidad del Dr. Strange y abordar conflictos dramáticos que le hagan pasar de un engreído cirujano, más cerca del Hugh Laurie de  “House” que de otros doctores más benévolos. Una evolución gracias a un accidente que acaba con su “carrera” al perder la sensibilidad en sus manos, principal herramienta de trabajo. Eso hará que acabe en un viaje iniciático por Nepal y acabe en una sociedad que lucha por mantener la paz entre mundos separados por varias dimensiones, parte narrada esta del cambio vital que recuerda a “Matrix” aunque sea un eco lejano.

El guion es acertado y Derrickson intenta plasmar de forma acertada como Strange pasa de ser un endiosado galeno, lleno de miseria moral, falta de empatía tapado por su genialidad como neurólogo a convertirse en un héroe indeciso e inseguro ya que no domina las artes mágicas y jamás ha sido inexperto en su trabajo. Dicotomía interesante que no era fácil de reflejar y que Derrickson consigue en menos de dos horas de metraje, y es que lo más interesante que cuenta “Doctor Strange” es que la arrogancia y la prepotencia en nuestra profesión puede acabar en nuestra contra, aunque como es un producto hollywoodiense Strange encontrará la redención gracias a unos maestros que le guiarán  en su nueva labor de salvador del mundo y al amor de una abnegada compañera del hospital. Y de nuevo, un acierto con el reparto, ya que aparecen secundarios de enorme calidad como Tilda Swinton, Rachel Mc Adams y un villano como Mads Mikkelsen, que por desgracia no puede ofrecer su registro interpretativo ya que el personaje es de lo más plano, lejos de los enormes matices que consiguié en sus creaciones como Le Chiffre en “Casino Royale”, su profesor acosado en “La caza” o su Hannibal Lecter de la serie “Hannibal”.

Los técnicos están a la altura de la “superproducción” con unos efectos especiales, sobre todo los visuales, complejos y donde destacan más que los rayos luminosos de los magos, los escenarios que cambian de posición y movimiento según en que dimensión estén, un cruce entre “Matrix”, “Dark City” y “Origen” que mejoran el buen guion del propio Derrickson junto a Jon Spaihts y C. Robert Cargill, la dirección de fotografía de Ben Davis, hombre de confianza de “Marvel” con labor destacada en la segunda parte de “Los vengadores” o “Guardianes de la galaxia”, un montaje adecuado a las ideas que quiere plasmar Scott Derrickson y la banda sonora del siempre eficaz Michael Giacchino.

Es sorprendente lo maravilloso que es el cine y donde tras una cinta comercial basada en un “comic” se esconda un trasfondo moral importante; sobre no ser un ególatra narcisista por muy bueno que sea uno en su trabajo, ya que el fracaso está a la vuelta de la esquina y los cambios laborales pueden ser buenos aunque los inicios sean inciertos y la inseguridad se adueñe de nosotros. Parece claro que casi ninguno de nosotros somos geniales cirujanos y mucho menos héroes que puedan salvar el planeta de amenazas exteriores invisibles pero podemos “aplicarnos el cuento” y empezar por no insultar o reírnos del menos hábil o no pensar que nuestra valía en tan superior que sin nosotros nada podría funcionar. Es la mejor forma de frenar la caída si caémos en desgracia.

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