miércoles, 21 de septiembre de 2016


CONSIDERACIONES SOBRE "NUNCA APAGUES LA LUZ"

Uno de los terrores para el fin del verano antes de que llegue el otoño, aunque las tempetaturas parecen recordarlo, ya que el calor sofocante del estío va dejando paso a un termómetro más razonable. Toda esta introducción para comentar esta divertida propuesta escrita para rockthemusic.com

En uno de los mejores ensayos escritos sobre la transcripción del miedo a soportes culturales, nos referimos a “El horror en la literatura” de H.P. Lovecraft , el genio estadounidense abre con una introducción imprescindible sobre el temor a lo desconocido y lo denostado que suele ser en el ámbito cultural:
-“El miedo es una de las emociones más antiguas y poderosas de la humanidad, y el tipo de miedo más viejo y poderoso es el temor a lo desconocido. Muy pocos psicólogos lo niegan y el mero hecho de admitir dicha realidad no deja de dar carta de naturaleza a los cuentos sobrenaturales como una de las formas genuinas y dignas de los relatos litetarios. Contra ella se disparan todas las saetas de unos sofismas materialistas, que con tanta frecuencia se aferran a las impresiones experimentadas y a los sucesos exteriorizados –entendiendo este término en su aspecto psicológico-, y de un idealismo tan ingenuo como insípido que se opone  a las motivaciones antiestéticas, abogando por una literaturapuramente didáctica, capaz de ilustrar al lector y “elevarlo” hacia un nivel adecuado de afectado optimismo”-

No se me ocurre ejemplo mejor para explicar por qué el cine de fantasmas suele estar tan vilipendiado por la crítica al uso. Un cine, sin embargo, con multitud de adeptos, entre los que me incluyo, que disfrutamos con estas historias de espectros y entes desconocidos. El problema, tanto en la literatura como en el séptimo arte, suele ser cuanto puede mantener la tensión el autor, ¿durante cuánto tiempo puede esconderse el misterio o la criatura del más allá o de alguna zona recóndita e inexplorada? En literatura se consigue evitando la novela y centrándose más en el cuento como en celuloide puede enunciarse la analogía entre el cortometraje y el largometraje. De un corto, precisamente, proviene esta cinta que ahora llega a nuestras pantallas. Una pieza titulada “Lights out” que presentó al festival de terror “Who´s there?” el sueco David F. Sandberg y que a pesar de no ganar el premio a la mejor película se convirtió en viral en internet y en solo dos minutos y medio consiguió asustar a medio mundo. La historia era simple y eficaz. Una mujer ve una sombra espectral cuando apaga la luz que desaparece cuando la enciende. En un juego de encender y apagar la sombra se acerca y ella muerta de miedo se introduce bajo la colcha, cuando la luz empieza a irse y la sombra se acerca. Consigue encender la lámpara de la mesilla de noche y todo parece haber llegado a su fin pero tras la mesa se encuentra la horrorosa criatura que apaga la luz.
De aquella primigenia idea, un especialista en este género como Eric Heisserer, no en vano es el autor de los “libretos” de los remake de “Pesadilla en Elm Street” (2010), “La cosa” (2011) o la quinta parte de “Destino final”, ha sido el encargado de formar una historia con el corto de Sandberg al que han decidido dar la oportunidad de rodar su primer largo. Y Sandberg ha tenido en cuenta por donde quería narrar, pues el inicio es básicamente el del corto, pero en un almacén, incluso con la actriz Lotta Losten, la chica de la pieza de 2013, protagonizando la secuencia y el tono intimista, ya que todo el pánico y el suspense es siempre en el interior de alguna vivienda o zona colindante. En eso hay que aplaudir la idea, ya que sin demasiados aspavientos han conseguido trasladar un par de minutos a hora y veinte. Eso sí, demasiada colección de clichés lastran el resultado final, pues demasiados de los sustos consisten en elevar la banda sonora y ofrecer un catálogo de obviedades, como la niña del psiquiátrico, la consabida voz terrorífica y otros múltiples tópicos de este tipo de películas. En eso no es demasiado original y aunque supera el desastre no puede llegar al aprobado.
Buena parte de la culpa la tiene la realización del propio Sandberg, que si bien es verdad que deja claro el tono intimista de la cinta, pues empieza en un espacio cerrado para ir cerrando más las secuencias según avanza el metraje, la última grúa nos conduce lejos del interior de la morada. Lástima que el tono no parezca el adecuado, pues al poco tiempo el espectro deja de tener gracia, limitándose a aparecer para dar pistas de su tortuoso pasado, más en la línea de los fantasmas asiáticos cuando sufren el “remake” norteamericano, donde en una filmografía no es necesario explicar nada, en occidente todo tiene que estar atado y tener cierto sentido, en algunos casos para bien como en “The Ring”, donde en la versión de Gore Verbinski explicaban el por qué “La niña del pozo” aparecía a los siete días, cosa que en la Hideo Nakata no ocurría. Al final Sandberg no arriesga con la cámara ni con la puesta en escena limitándose a planos obvios y unos claroscuros que unas veces funcionan y otras no tanto, a pesar de que el director de fotografía  Marc Spicer consigue en el sótano alguno de los mejores momentos, con el personaje solo y bien iluminado ante una absoluta oscuridad detrás, muy en la línea de lo que suele ofrecer James Wan, que a fin de cuentas es su productor y me temo que la principal referencia de Sandberg, cosa que me parece estupendo pues ya dejé claro mi impresión del taiwanés en la crítica de la segunda parte de “Expediente Warren” pero llegar a su enorme manejo de la puesta en escena y de la dirección de actores es complicado. Y en este segundo punto sí que dista mucho entre ambos, pues salvo el inicio con un convincente Billy Burke y Lotta Losten, el resto del reparto no dejan de ser meros arquetipo con unas histriónicas Teresa Palmer y Maria Bello (con lo que prometía esta actriz) y un hierático Alexander Di Persia, que parece ser él quien toma los antidepresivos.
En el capítulo técnico, Wan ha cedido a su editor de confianza Kirk Morri y eso se nota en el resultado final, ya que dota de una prestancia que eleva el tono medio, cosa que no se puede decir de la previsible banda sonora de Benjamin Wallfisch que hace anhelar a Joseph Bishara que estoy seguro que hubiese realizado una partitura más aterradora, ya que el miedo es una de las emociones más antiguas y poderosas de la humanidad. O acaso, ¿vamos a llevar la contraria a Lovecraft?





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