viernes, 13 de mayo de 2016


CONSIDERACIONES SOBRE "UN BIGOTE PARA DOS"

Reseña que he escrito para Librerantes, web de distribución de libros y que sirve como mi debut en dicho medio. Un ensayo sobre la película que hicieron Tono y Mihura en los años cuarenta, adaptando una mediocre película con diálogos surrealistas y delirantes. La publicación original se puede leer aquí





Bigote
No se suele comentar en los foros culturales, pero según pasan los años cada vez se van perdiendo más películas, sobre todo mudas, un patrimonio que no podemos permitir que se olvide y que pase a la categoría de extinto, que debemos proteger, como a las especies animales: la cinematografía, como parte activa de la educación y el conocimiento, es esencial en nuestras vidas. Y si además potencia la risa, todavía mejor, pues es asunto muy serio tratado desde Platón a Schopenhauer, pasando por Kant o Hegel.
Por ello se agradece el fantástico libro Un Bigote par dos publicado en una edición primorosa por Bandaàparte y escrito por dos personajes tan interesantes en el panorama fílmico como el director de cine Santiago Aguilar (miembro de La cuadrilla y ganador del Goya a la mejor dirección novel por Justino, un asesino de la tercera edad) y el historiador cinematográfico y programador del Cine Estudio del Círculo de Bellas Artes de Madrid, Felipe Cabrerizo.  Se trata de un ensayo de poco más de cien páginas sobre una película-mito que ha estado más de setenta años invisible, fantasmagórica, como ellos mismos definen. Una cinta de 1940 que tiene como autores a dos de los nombres más importantes del humor español, dos miembros de La Codorniz, Antonio de Lara «Tono» y Miguel Mihura. Juntos empezaron en la revista Gutiérrez y llevaron el absurdo hasta límites insospechados, creando joyas tanto en revistas como en inmortales obras de teatro (Tres sombreros de copa, Maribel y la extraña familia o Ninette y un señor de Murcia, entre otras).
La película es una versión resincronizada de Unterbliche Melodien (1935), estrenada en España como Melodías inmortales, un biopic de Heinz Paul sobre la vida del compositor de valses Johan Strauss y que en manos de los dos genios se transforma en una extraordinaria comedia, al cambiar todos los diálogos y los números musicales y transformarlos en algo novedoso y difícil de calificar, aunque como describe el libro se creó una gran controversia con Enrique Jardiel Poncela, que se proclama inventor de este género con sus Celuloides rancios. Sea quien sea el primero, estamos hablando de un movimiento que luego ha sido copiado por el mismísimo Woody Allen en su ópera prima Lily, la tigresa (What’s up tiger Lily) (1966), revisitación de un filme japonés de espías del año anterior, o las piezas televisivas de Joaquín Reyes, Retrospecter para La hora chanante, o Mundo viejuno para Muchachada Nui
Minitatura-Un-bigote-para-dosUn bigote para dos es un ensayo muy bien documentado que se lee de un tirón; sus autores consiguen transmitirnos su pasión por Tono y Mihura, situándonos en la época, ofreciéndonos algunos de los más desternillantes diálogos y cambios de situación, así como ciertos números musicales, desde un refinado vals a una oda a las patatas fritas. Como apuntan Aguilar y Cabrerizo, Melodías inmortales fue un largometraje que en pocos años se quedó en comparación antiguo y desfasado.
El subtítulo del libro,«el eslabón perdido de la comedia cinematográfica española», deja clara la importancia de una película tan desconocida como necesaria; estamos ante una lectura obligatoria para todo amante del séptimo arte patrio. Sin demasiadas pretensiones, bautizando a su criatura como «Una película estúpida» o «La película de gracia estúpida, que es la gracia mayor de todas las gracias, Tono y Mihura se estaban adelantando a su tiempo, asentando las bases de un movimiento al que se sumaría gente de tan magna valía como el propio Jardiel Poncela o Edgar Neville y cuya herencia posterior la encontramos en Gila, Tip y Coll o Faemino y Cansado. Imprescindible.

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