viernes, 8 de abril de 2016


CONSIDERACIONES SOBRE "MADAME MARGUERITE"

Normalmente suelo ir al cine a ver películas por su director, es el principal motivo que me hace decantarme entre elegir una u otra, luego llegarían los actores y tras ellos la productora o las encendidas críticas. Lo más curioso es que en este caso el motivo ha sido distinto.


Y es que desde que vi el anuncio de la cinta en los multicines a los que suelo acudir con asiduidad, sabía que debía ver éste inclasificable largometraje por su argumento, pues la historia que cuenta es lo que ha hecho que me decante por "Madame Marguerite" entre toda la cartelera actual. Sabía que iba a retrotraer mi mente a tiempos pasados, a momentos interesantes de mi vida. En fin, a la nostalgia de la que soy fiel seguidor.
Pues como sabrá el lector de esta bitácora soy amante de la ópera y el descacharrante punto de partida de "Madame Marguerite" es una mujer rica en el París de los años veinte que sueña con ser una diva de la lírica, ama la música como la que más y canta en reuniones privadas y benéficas ante otros aristócratas y prohombres de la zona. El problema es que su voz es espantosa, fuera de tono y sin ningún atributo para ser soprano, aunque nadie se atreve a decírselo y así puede seguir viviendo su sueño, tema que me interesa mucho. El caso es que a pesar de que por la televisión he oído que era algo así como "La Castafiore", esa insoportable cantante que aparecía en las aventuras de Tintín, toda el metraje me recuerda a la vida de Florence Foster Jenkins, una estadounidense con una vida muy similar a esta Marguerite Dumont que siempre pensó en su enorme grandeza y que descubrí hace décadas con una interpretación asombrosa del aria de la Reina de la Noche de "La Flauta Mágica" de W.A. Mozart, curiosamente el mismo pasaje con el que abre sus recitales nuestra protagonista y que sirvió en el pasado para hacer crueles bromas sobre cantantes que no nos gustaban en las tablas del Teatro Real o en discos que conseguíamos con mucho esfuerzo, junto con mí amigo Samuel Sacristán.
El caso es que todo el metraje se lleva bien, a pesar de que no conocía a ningún miembro del equipo, empezando por su director Xavier Giannoli, que ha conseguido un producto más que digno, con un buen diseño de producción y un presupuesto holgado, a camino entre la comedia y el drama, que entretiene en sus dos horas y hace pensar, a pesar de sus defectos como un demasiado forzado final y una historia de amor intuida pero no explicada que parece haber quedado cortada en la sala de montaje y un reparto del que tampoco conocía a nadie en profundidad y que consiguen mantener el pulso narrativo comandados por la excelente Catherine Frot que conjuga una patética pero tierna Sra. Dumont.
Porque a pesar de su horroroso tono de voz, ella ama a la música y lo intenta con todas sus fuerzas, pero la música no le ama a ella. Una duda que me ha asolado desde hace mucho tiempo, ya que yo también amo el cine pero no tengo nada claro si el cine me ama a mí. Lo he intentado e incluso he llegado a codirigir un largometraje documental y algunos cortos, el primero en el año 2000, cuando rodar un cortometraje no era tan sencillo como ahora, que con una cámara cualquiera y cierta pericia en la sala de montaje, con programas que incluso crean efectos especiales, cualquier persona puede jugar a la dirección. No importa que lo que se cuente sea estúpido, que el responsable no lea nada, no vea cine anterior a los años ochenta, no le interese la pintura y la música. Da igual, sus planos durarán un nanosegundo y es posible que de esa forma pueda quedar vistoso como un videoclip. Aunque bien pensado pueda ser que el cine los ame a ellos y a mí no... aunque yo lo ame más que ellos. una pequeña declaración de amor al cine, como Madame Marguerite a la ópera.


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