martes, 26 de enero de 2016


CONSIDERACIONES SOBRE "NIKKEI BAR"

La cocina nikkei, esa curiosa fusión de las cocinas japonesa y peruana, está cada vez más de moda y no es extraño que en la prestigiosa revista Restaurant aparezcan tres andinos entre los 50 mejores o que Albert Adriá con su barcelonés Patchka o el madrileño Nikkei 225 de Luis Arévalo se hayan fijado en una sugerente y deliciosa forma de entender la comida.


Claro que comer en los locales antes descritos tiene un serio inconveniente; el precio, ya que por los ingredientes utilizados y por la preparación de los platos y sus diferentes técnicas, probar ese mestizaje entre lo criollo y lo nipón puede acabar convertido en un disparate en la cuenta como uno no esté espabilado, ya que es complicado que sean platos contundentes. Por eso este local sevillano es una buena opción para hacer una primera aproximación e ir subiendo de nivel poco a poco.
Así que aprovechando un reciente viaje a la capital hispalense para asistir a un concierto de rock, mi pareja y yo reparamos en este coqueto lugar en la calle Calatrava, muy cerca de la emblemática Alameda de Hércules y sin reserva previa nos presentamos el domingo a primera hora, a ver sí nos podían atender. Al llegar tan temprano tuvimos suerte pero queda claro que la próxima vez llamaremos antes, pues en muy poco tiempo se llenó la sala, cosa que no es complicada, ya que el salón no es demasiado grande. Decorado sin mucho aliciente, de forma funcional y con las mesas con la mínima separación que resta intimidad pero presta el servicio de poder atender a más clientes. La cocina es abierta y se encuentra junto a la barra en una zona anexa al comedor. El servicio es atento y rápido y resuelven bien las dudas generadas con los platos, que además son de un tamaño respetable, por lo que se pueden pedir unos cuantos y hacerse una idea de su pequeña pero coqueta carta. Sí se va a compartir es una solución ideal.
Aunque probé todos los platos decidimos que cada uno pediría lo suyo, por lo que elegí un menú basado en crudos y visto el tamaño de las tapas no tuvimos problema en ofrecer un poco de cada plato para degustarlos todos. Para maridar las raciones decidí hacerlo con cerveza, visto lo bien que casa con marinados y productos crudos, como comprobé en la mi anterior visita al "Kabuki". No me ofrecieron ninguna en especial, así que bebí la de presión de la casa, que de forma curiosa no era Cruzcampo sino Alhambra granadina.
El ágape comenzada con un par de surtidos de nigiris, cuatro piezas de diferentes sabores, con uno espectacular de seta shitake con salsa de anticucho, esa brocheta preparada con corazón vacuno. Sin duda el mejor y donde el tono picante se mezclaba con el boletus de forma admirable. Rico también el de presa con ajos y toque picante. De hecho casi todo lo que tomamos tenía el toque del ají. El de huevo de codorniz con cebolla caramelizada brillaba pero no resiste comparación con el de Ricardo Sanz en su "trilogía del Kabuki" que lo acompaña con trufa. El más insípido es curioso pero era el de pescado, uno de sardina con una salsa de chipotle, similar a una mayonesa. Una buena forma de comenzar.
Continué con un ceviche mixto con leche de tigre. Bien elaborado donde se notaba el sabor del pez mantequilla y el langostino junto con el ají, la cebolla, el cilantro y esa maravillosa salsa con tan bonito nombre. Una continuidad y acompañado de choclo (tipo de verdura que se obtiene de la planta del maíz) y cancha (maíz tostado). Me gusto mucho, tanto que decidí seguir con el plato tradicional de la cocina nikkei; el tiradito, también de pez mantequilla en su salsa roja ácida y picante, elaborada a base de rocoto y un corte de sashimi magistral. Un plato de categoría. Una de las joyas del Nikkei Bar que nadie debería marcharse sin probar. Los platos calientes también tenían su gracia y tanto las bolas de yuca pollo en salsa de aji y una más que generosa tapa de pachamanca a la olla de ternera y camote (boniato) estaban muy sabrosas, aunque este último plato era demasiado puré para mi gusto, aunque el sabor era redondo.
Los postres no hacían más que confirmar las gratas sensaciones y un arroz con leche criollo, servido templado y un correcto sorbete de maracuyá con espuma de pisco sour y frutos del bosque (escribo correcto, pues el sorbete mantenía demasiados trozos de hielo) servían de colofón a una excelente propuesta. y a un precio más que adecuado. Una opción más que recomendable. Volveré seguro.

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