domingo, 25 de enero de 2015


CONSIDERACIONES SOBRE "LA TEORÍA DEL TODO"

Es curioso que se encuentren en la misma cartelera dos "biopic" sobre un tema "a priori" tan poco atrayente; el de los matemátcos. Mundo fascinante pero que es  muy complicado de trasladar a la pantalla grande. Así que además de la interesante historia de Alan Turing en " The imitation game" nos llega esta sobre Stephen Hawking


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Está claro que como toda película basada en tema académico siempre tendrá sus detractores, pues es imposible trasladar "Una breve historia del tiempo", libro divulgativo sobre astrofísica a los códigos propios del cine comercial, registros completamente diferentes, ya que para aclarar los complejos conceptos que allí se explican existen los documentales, o por qué no decirlo, las facultades de física en la universidad.
Así que quien espere ver una traslación a celuloide de la obra del cosmólogo, le recomiendo que busque otra alternativa entre las diferentes opciones que ofrecen nuestras salas para evitar una decepción mayúscula porque "La teoría del todo" es otra cosa. No es que no hable de los logros por los que se ha hecho célebre Hawking, ya que intenta hablar de sus méritos y explicarlos con claros ejemplos pero el largometraje está basado en el libro que escribió su primera mujer y madre de sus tres hijos sobre su relación. Y claro, prima el tono folletinesco sobre los misterios del tiempo y el universo. Eso sí, bien contado, merced a un elaborado guion de Anthony Mc Carten, casi un debutante en esto de la escritura cinematográfica y que ha conseguido un sonado éxito, con una narración lineal pero trabajada y que consigue bordear con acierto el "tono rosa" que cualquier otro podría haber aplicado. No es que sea perfecto, pues nos presenta a Jane Hawking como una mujer abnegada, supeditada por amor a sufrir con resignación la terrible enfermedad de su marido, y a contribuir con su esfuerzo y a la capacidad de superación del genio a superar las adver
sidades de la ELA.

El guion es ejecutado con pausa y tranquilidad por James Marsh, un semidesconocido, que aquí parece todo un veterano, al solventar la complicada "papeleta" con un ritmo adecuado, que no aburre en sus dos horas de duración y que consigue transmitir con suma facilidad todo lo que quiere contar la historia. Para ello se apoya en un montaje acertado de Jinx Godfrey, editor de confianza de Marsh y en una soberbia fotografía del cada vez más solicitado Benoit Delhomme, que define con maestría tanto el Cambridge de los años sesenta como el resto de localizaciones, haciéndonos transitar como espectadores a todas las visicitudes de la pareja. Es muy destacada, tanto como la banda sonora del islandés Johan Johansson, que consigue trasladar a música las bellas imágenes que estamos viendo y que tiene bastantes posibilidades de ganar el Oscar el próximo febrero.
Aunque las mayores posibilidades de conseguir la dorada estatuilla parecen de su protagonista Eddie Redmaine, un actor que hasta ahora no me había convencido en absoluto, pero que aquí parece que tiene ante sí, el papel de su vida. Uno de esas caracterizaciones que tanto gusta en Hollywood y que hay que reconocer que "borda", desde el tímido "friki" como estudiante de doctorado, pasando por el dolor de la enfermedad y la capacidad de adaptación. Tal vez, no esté a la altur de lo que consigue Cumberbacht como Turing, ya que la caracterización d Redmaine juega a su favor y no necesita tantos recursos dramáticos como el poderoso "Sherlock", pero es un notable trabajo y es el gran favorito. Le acompaña Felicity Jones, una de esas actrices inglesas, con un enorme futuro y que sirve como perfecto contrapunto en la trama, donde entre los secundarios aparece un David Thewlis,al que hacía tiempo que había perdido la pista y que no se el motivo por el que cada vez se parece más a Alan Rickman.
Lo que si me ha hecho pensar la película es la diferencia de estudios entre el Reino Unido y España, ya que mientras los británicos buscan la excelencia entre sus alumnos, donde llegan a la universidad los más sobresalientes, convirtiéndose en una élite académica, aquí hemos optado porque todo el mundo pueda finalizar sin demasiado problema, reduciendo al mínimo las complicaciones propias de cada materia. Una propuesta que ha conseguido que tengamos un notable superávit de licenciados, con carrera pero sin muchas oportunidades para ejercer, salvo que haya estudiado en algún centro prestigioso contra la dificultad de entrar en el exclusivo mundo de Oxford, Cambridge y lugares así donde hay alguna posibilidad de que aparezca algún Stephen Hawking. Aquí ninguna.


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