viernes, 21 de noviembre de 2014


CONSIDERACIONES SOBRE "SUEÑOS Y VISIONES DEL REY RICARDO III"

Siempre es un enorme placer poder ver representadas las obras del Teatro Español de Madrid y desde principio de año donde asistí a una de las funciones de "Hécuba" no había vuelto a pisar sus vetustos asientos. Esta vez, también era una obra en principio interesante.
Y es que esta obra no es sino una adaptación del "Ricardo III" de William Shakespeare pero con una curiosa dramaturgia que centra todo en la tercera escena del quinto acto pero manteniendo la estructura de la inmortal tragedia shakesperiana, su argumento y sus personajes. Todo un logro que hay que agradecer a José Sanchis Sinisterra.

Y desde ese prisma organizativo vemos las luchas de poder en la Inglaterra del siglo XV. Realmente, su título original es "Sueños y visiones del rey Ricardo III (la noche que precedió a la infausta batalla de Bosworth)", que como el buen lector de Shakespeare sabrá es donde finaliza la obra, y parece muy apropiado, ya que esas visiones y sueños premonitorios acercan bastante a la tragedia, marcada por el destino, que al drama, marcada por los personajes, cosa que ya intenté explicar en la otra tragedia shakesperiana comentada en esta bitácora, que no es otra que el "Julio César".
Un escenario con muy poca luz y muy tenebroso, casi desnudo, con una pequeña mesa y un candil, donde el monarca tendrá sus sueños y visiones, un telón negro pero semi transparente, un pedestal que bien puede servir de cadalso como de trono y una pantalla donde emitir imágenes sórdidas y oscuras, sirven para construir su eficaz escenografía, a cargo de Dino Ibañez y Miguel Ángel Llovonoy, que me reafirman en la creencia que el audiovisual es parte fundamental de los espectáculos teatrales en la actualidad, ya que se consigue introducir con facilidad al espectador y abaratar el presupuesto del montaje. La dirección escénica de Carlos Martín es también excelente, con mucho ritmo, muy buena puesta en escena y que consigue que las dos horas de duración pasen enseguida, aunque también ayuda el excepcional material con el que trabaja, desde el libreto de Shakespeare, el vestuario muy clásico y eficiente, a los actores.
Actores de una calidad fantástica, comenzando por el Ricardo III de Juan Diego, con su peculiar voz y su saber estar, caracterizando al infausto aspirante al trono, sádico, sanguinario, jorobado y amargado al que le acompañan una "troupe" de impresionantes actores, desde Juan Carlos Sánchez, Jorge Muñoz, José Hervás, Anibal Soto, Óscar Nieto y José Luis Santos, a los más conocidos, para mi, Ana Torrent, Carlos Álvarez-Novoa, Asunción Balaguer y Terele Pávez. La importancia del nivel interpretativo en una tragedia del genio de Statford Upon Avon queda a buen recaudo, ya que ninguno compone un mal personaje y todos cumplen a la perfección sus papeles.
La obra trasmite esa envidia y ambición de un hombre amargado que desde su fealdad, aprovecha la muerte del juicioso Eduardo IV, para eliminar a todos los aspirantes al trono, convertirse en el tiránico Ricardo III y morir solo y abandonado en la batalla de Bosworth, con momentos tan excepcionales como ese final gritando "Mi reino por un caballo" o esas sombras de muerte afirmando aquello de "Mañana en la batalla piensa en mi, desespera y muere". Todo un compendio de intrigas palaciegas, maldad en una obra muy sangrienta y cruel.
Da gusto ver representado otra interesante muestra del repertorio clásico, aunque sea una adaptación reciente y en un lugar tan señero en mi vida como el Español, uno de los primeros teatros, sino el primero, que pise en mi vida, ya desde los tiempos del colegio y el instituto. Desde entonces no he parado de volver a sus localidades. Allí he visto varios "Don Juan Tenorio", "Tres sombreros de copa", "Cyrano de Bergerac", "La gata sobre el tejado de zinc", Jardiel Poncela, David Mamet o musicales como "Sweeney Todd". No se ni cuantos títulos distintos he visionado aquí. Lo que está claro es que esas tablas son parte de mi educación sentimental, de mis recuerdos, de muchos momentos felices y por lo tanto de mi vida. Lo que puede dar de sí un espacio escénico.


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