lunes, 20 de octubre de 2014


CONSIDERACIONES SOBRE "CONCIERTO EN LA SAINTE CHAPELLE (13-10-2014)"

Asistir a un concierto en este emblemático y escondido lugar en el corazón de la isla de la Cité en París es uno de los pequeños lujos que uno debe darse de vez en cuando. Aprovechando una breve estancia en la capital gala tuve la suerte de conseguir entrada para un programa especial en un lugar tan apabullante.
Y es que en la Capilla Real, frente a las espectaculares vidrieras de tan importante templo gótico, al anochecer, ofrecen conciertos de música de cámara casi todos los días. Una exquisita tentación a la que no podía resistirme.

Lo primero que me sorprendió fue su precio, pues en lugar tan señero y para un aforo de unas doscientas personas, esperaba "tickets" mucho más altos. Los precios derivan entre los veinticinco euros de la más barata a los cuarenta de la más cara. Por ese dinero, creo que la experiencia merece la pena.
Elegimos un programa construido "a golpe" de grandes "hits" de la música clásica, pues estaba compuesto por "Las cuatro estaciones" de Antonio Vivaldi, el celebérrimo "Adagio" de Tomasso Albinoni y el no menos célebre "Canon" de Johann Pachelbel. Fue interpretado seguido por la Orchestre Les Solistes Francais, que tras su rimbombante nombre, se esconde un sexteto de cámara formado por violines, violas, cello y contrabajo, dirigidos por el violinista solista Paul Rouger, que despachó las tres obras de forma pulcra y sin errores, aunque algo rápido para mi gusto, pues en una hora ya había conseguido finalizar todo el programa, comenzando por el "Canon", seguido del "Adagio" y concluyendo con los cuarenta minutos de la inmortal pieza de Vivaldi. Visto los aplausos del público, tuvieron a bien dedicarnos un bis con otra pequeña pieza de Vivaldi. Con ese "buen sabor de boca" nos marchamos a cenar al Barrio Latino, a comentar esta delicia de concierto.
Hasta ahora en esta bitácora no había comentado nada sobre conciertos de música clásica, quedándome en los sonidos más rockeros, pero este tipo de composiciones ha sido parte fundamental de mi "educación sentimental", en mis años adolescentes y de mi primera madurez sobre todo, en un Madrid que empiezo a vislumbrar en la lejanía, en recintos tan míticos en mi vida como el Auditorio Nacional, la Fundación Juan March o el Teatro Monumental, donde la falta de dinero era sustituida por tremendos ardides para conseguir la preciada entrada o invitación. Ahora los años han cambiado y quien me iba a decir a mi, que después de varios años, el placer de la música en directo lo iba a volver a vivir en París con alguien tan especial y que tanta importancia tiene para mi en este inicio de la "cuarentena".
Creo que uno de los placeres más estéticos que existen en oir música clásica en directo, y si el programa está compuesto con piezas tan conocidas y bellísimas como estas pues mejor, pues aunque para mi fuese el enésimo concierto, para mi pareja era el primero, cosa que nunca se olvida. Todavía recuerdo esos primeros años de "devorar" autores junto a uno de mis grandes amigos, como pasar del romanticismo musical de Debussy o Satie, a la magnificencia de Shostakovich, la vanguardia de Stockhausen para acabar en las óperas de Wagner. Todo un aprendizaje de bastantes años, que por desgracia he perdido al vivir en una ciudad de provincias, pues apenas he asistido en los dos últimos años a un par de duos, cuartetos, una ópera y un ballet. Demasiado poco bagaje que tendré que mejorar, aunque no sea viendo anochecer sobre las vidrieras de uno de los mejores templos góticos sobre la tierra.

No hay comentarios:

Publicar un comentario