viernes, 11 de julio de 2014


CONSIDERACIONES SOBRE "EL EXTRAORDINARIO VIAJE DE T.S. SPIVET"

Un solo motivo me hizo decantarme por esta producción, en una semana algo extraña, donde o no se había estrenado ninguna película que me interesase demasiado o había visto las cintas que llevan más tiempo en cartel. El motivo es bastante simple; su director Jean Pierre Jeunet.
Y es que de sus siete largometrajes, solo se me ha escapado el anterior "Micmacs", y es un director con un universo propio y una forma peculiar de narrar historias, que siempre me han atraído, desde que vi su "opera prima" "Delicattesen" en los cines Alphaville de Madrid hace más de veinte años. ¡Como pasa el tiempo!

Aquí podemos encontrar bastante de las particularidades del universo Jeunet, que la enlazarían con "Amelie" o, incluso, con "La ciudad de los niños perdidos", como el encontrar soluciones ingeniosas a problemas cotidianos, reflexiones imaginativas en preciosas ensoñaciones que confunden la realidad con la ficción o un mundo extravagante en la normalidad, como también se podía notar en "Largo domingo de noviazgo". Se nota el carácter y el tono que ha querido dotar Jeunet. Único "maestro de ceremonias" en todo el metraje, aunque no consiga una obra redonda.
Y aquí es donde se tiene que anotar algún "debe". La historia es sencilla y bonita, un niño superdotado en una pequeña granja de Montana, se escapa, para recoger un prestigioso galardón en el Smithsonian de Washington por inventar un prototipo de máquina de movimiento perpetuo. A partir de aquí conoceremos a su estrambótica familia, con una madre entomóloga, un padre "vaquero de los de antes", una hermana aburrida y obsesionada con huir y el fantasma del hermano muerto. Dividida en tres actos, claramente diferenciados, funciona como viaje iniciático y es entretenida en su casi hora y tres cuartos, aunque le falta "garra" y dentro de sus imágenes, parece que Jeunet no termina de despegar. Nos ofrece premisas que crean enormes expectativas para no colmarlas en ningún momento, dando la sensación de que se podría haber gestado un mejor producto en tan bello envoltorio. Aún así, es muy digna y una propuesta a tener en consideración. Lástima que naufrague, un tanto, el guión.
La parte técnica mantiene el mismo tono, no emociona pero cumple, con una pléyade de profesionales franceses en una producción estadounidense, encabezados por el editor Hervé Schneid, con el que lleva trabajando desde sus inicios y que es el que ha firmado el montaje en sus siete filmes. Tras él, continúan un buen numero de debutantes o casi debutantes como el músico Denis Sanacore, el director de fotografía Thomas Hardmeier o los directores artísticos Jean André carriere y Paul Healy. De los decorados, siempre echo de menos, a Marc Caró, colaborador en sus inicios y que firmada la co-dirección en "Delicatessen" y "la ciudad de los niños perdidos".
Los actores... bien. Solo el nombre destacado de Helena Bonham- Carter y la alleniana Judy Davis, en un reparto donde el protagonista es el niño Kyle Catlett, que resulta simpático, aunque nunca hay que olvidar la premisa de Alfred Hitchcock sobre trabajar con niños o animales. Del resto del reparto, anotamos al padre, del para mi desconocido, Callum Keith Rennie, la jovencita Niamh Wilson, a la que hemos podido ver en algunos "Saw" y la aparición del actor fetiche de Jeunet, Dominique Pinon, en un breve pero muy en la linea de ensoñaciones del cine del francés.
Confundir el sueño con la vigilia, que diría
René Descartes, en múltiples ocasiones ha dado grandes resultados y en el el caso de Jean Pierre Jeunet es uno de los ejes centrales de su concepción de puesta en escena. Algo bueno y que pienso que me seguirá llevando a la sala de cine, a ver sus futuros proyectos, pues en más de veinte años de trayectoria lo ha conseguido casi siempre. Y aunque no sean genialidades, como es este T.S. Spivet, su visionado va a resultar muy agradable.

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