lunes, 5 de mayo de 2014


CONSIDERACIONES SOBRE "IDA"

Una de esas pelis denominadas de arte y ensayo, al ser de nacionalidad polaca, rodada en blanco y negro y de una forma bastante poco convencional. Muchos puntos para convertirse en un film aburrido y pretencioso, pero no es así. Ida es una estupenda propuesta en el panorama fílmico.
La dirige Pawel Pawlikowski, del que, a pesar de poseer cierta notoriedad, no había visto nada de su filmografía. Y es cierto, que intenta dotarla de una prestancia muy de agradecer, con un blanco y negro poderoso, que juega mucho con las sombras y los diferentes matices en la luz, lo cual no es sencillo y recuerda a otros directores de gran talento como Dreyer.
Otro de los puntos sorprendentes es el manejo de la cámara, dejando mucho aire en múltiples tomas y relegando, por tanto, a los personajes a un primer plano en la parte inferior de la superficie de la toma. Algo en principio malo, que gracias a la gran fotografía de Ryszard Lenczewski y Lukasz Zal, consigue arreglarlo, sobre todo, en las secuencias del interior del convento y en el hábil estudio de la luz en los exteriores.
Interpretaciones muy correctas, ante todo la parte femenina, con unas Agata Kulesza y Agata Trzebuchowska, que son las que llevan el peso de la historia. Historia, que por otro lado, no tiene desperdicio, al narrar las vivencias de una novicia en los años 60 en Polonia, que descubre su procedencia judía y que con su la ayuda de su tía, una ex fiscal estalinista, intentarán descubrir la fosa común donde fueron enterrados los padres de la joven y el hijo de la letrada. El guión lo firma el propio Pawlicowski, junto con Rebecca Lenkiewicz y hay que reconocer el buen pulso narrativo, en una duración de escasos ochenta minutos, donde intenta contar una buena parte de la reciente historia de Polonia. Con sus defectos. Eso sí, pues entre los diferentes modos de vida, queda demasiado claro, que Pawlicowski elige el católico, de una forma algo maniquea, pues la futura monja, es un personaje equilibrado, virtuoso de buen corazón y con un admirable futuro mientras que la tía atea es retorcida, amargada, descreída y con una clara inclinación al exceso, sea con el tabaco, el alcohol o los hombres, condenándola a una vida carente de sentido. Muy bien contado todo, por otra parte.
Y lo entiendo, porque mientras que en occidente entendemos la revolución desde el punto de vista de la izquierda, al haber soportado tiranías y dictaduras de extrema derecha y por lo tanto podemos perdonar el daño producido por el marxismo, en la Europa oriental, donde han sufrido el yugo comunista durante bastante años, lo revolucionario es todo lo contrario y así no es de extrañar encontrar en Budapest una estatua a Ronald Reagan o que la lucha por la libertad en Polonia, llegase de manos del catolicismo, no olvidar a Lech Walesa y su sindicato "Solidaridad". Una curiosa paradoja, que me lleva a preguntas sin respuesta sobre la condición humana.
Otro interesante tema, es el trato dispensado por los órganos de poder en el "Telón de acero" a los judios, casi tan cruento como los nazis. Aquí, vuelve a exponer esa curiosidad histórica, sin rubor y sin complejos, como explicó Vassili Grossman, en esa obra maestra titulada "Todo fluye".
Temas muy interesantes en una muy interesante película. Una buena muestra de la enorme calidad del cine polaco, que ha sido una constante en mi educación sentimental cinéfila, desde los primeros Polanski, la complejidad de Wojciech J. Has, la estética de Krysztof Zanussi o Kieslowski, hasta la grandeza de Andrej Wajda o Jerzy Skolimowski. Cine de muchos quilates y parte esencial de mi vida, en esos años de cinestudio, filmoteca y tertulias que nunca acababan.


No hay comentarios:

Publicar un comentario