miércoles, 2 de abril de 2014


CONSIDERACIONES SOBRE "300. EL ORIGEN DE UN IMPERIO"

Secuela de la celebérrima película que dirigió Zack Snyder en 2006. Mantiene el mismo esquema que su predecesora y por lo tanto se ve con agrado, aunque perdamos el impacto que supuso su primera parte. Lo lógico.
Pero es muy divertida y una buena forma de pasar una tarde. La dirige Noam Murro, aunque la escribe y produce Zack Snyder, tras su anterior batacazo y se nota, pues mantiene todas las características de su primera parte. Los decorados y muchos de los personajes retocados por ordenador, por lo que consigue reflejar el ambiente de cómic que persigue, violencia extrema en las batallas con profusión de miembros amputados y muchísima sangre y cuerpos torneados a la perfección, tanto en hombres como en mujeres. Aunque pienso que esconde bastante más mensaje, que la mera exhibición de virilidad y elogio de la fuerza y el combate. Llegaremos luego.
En su parte técnica, todo conduce a crear esa atmósfera de cómic, que señalaba antes. La dirección de Murro, se limita a mantener los aciertos de Snyder en la primera parte y no ofrece nada novedoso. Todo parece comprimido en una viñeta y así el ritmo de montaje, de David Brenner y Wyatt Smith, sigue la misma premisa con bastante acierto, no en vano, son especialistas en superproducciones de acción y efectos especiales. Todo lo marca el guión, que más parece la novela gráfica de Frank Miller y en la que se guía como referente. La fotografía es importante y el fenomenal trabajo, corre a cuenta de Simon Duggan, otro profesional de filmes de efectos especiales, que como todo el mundo puede imaginar son los protagonistas de "300. El origen de un imperio". Los visuales son asombrosos, con ese aire de tragedia, donde predominan los colores oscuros, cielos tormentosos, mares agitados y el rojo de la sangre que lo tiñe todo. Si los visuales son buenos, los de sonido no "se quedan atrás", con un montaje de sonido muy trabajado y la banda sonora del desconocido, por lo menos para mi, Junkie XL, colaborando como un efecto más, con saturación de percusión, aunque hace un fantástico mashup del "War pigs" de Black Sabbath con la música original, en los créditos finales.
Pero a pesar de eso, la parte interpretativa es destacable, con un Sullivan Stapleton, como un Temístocles convincente, tanto como el Leonidas de Gerard Butler y una antagonista magnífica en la cruel y sádica Artemisia de Eva Green, juntos tienen una vergonzante escena de sexo, pero eso es otra cuestión. Hay que destacar a la reina Gorgo de Esparta de Lena Headey y el Jerjes de Rodrigo Santoro, bien conocidos de la anterior película.
Recomendable historia y a pesar de mi amor al mundo heleno clásico, pienso que además de diversión, nos quieren contar algo más. Y es que en estos tiempos de buenismo, diálogo y otras lindeces similares, Leonidas I en las Termópilas y Temístocles en Salamina, nos enseñan el alto precio que tenemos que pagar por nuestra libertad y que no se puede dialogar con tiranos o con gente que solo desea imponer sus ideas, como han señalado gente mucho más valida que yo. Por eso, me repugna ver la conducta de muchos de mis compatriotas, incluso de alguno de mis amigos, plegándose a ideologías caducas, marchitas, impositivas y, sobre todo, peligrosas, en aras de una democracia, camuflada por
diversos adjetivos (real. popular y términos similares). La filosofía me ha enseñado el duro camino hacia el saber y por lo tanto la libertad y que debemos defenderla con todas nuestras fuerzas, como escribió el gran Baruch de Spinoza en el siglo XVII, si queremos ser llamados ciudadanos y no siervos. Siempre defenderé aquel que luche por su libertad, la verdadera, ante la imposición y la tiranía, a pesar de que en España, y en muchos de mis círculos, eso implique acabar discutiendo contra la mayoría, pero lo mantengo; las dictaduras ni las teocracias son buenas. Son malas. Todas. Desde la romana, pasando por las comunistas y acabando por las islamitas. En estos tiempos de pensamiento débil, parece mentira que haya que escribir esto.

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