martes, 25 de febrero de 2014


CONSIDERACIONES SOBRE "NYMPHOMANIAC (VOLUMEN 2)"

Segunda parte y conclusión sobre esta última creación de Lars Von Trier, sobre las andanzas de una ninfómana, narrada, por su metraje, en forma de díptico y que, no exenta de polémica, funciona tan bien como su antecesora.
Y comienza de forma abrupta, sin ofrecernos un mínimo resumen de lo visto con anterioridad, por lo que quien no haya visionado el primer volumen no le recomiendo que asista a su representación, pues, creo, se va a enterar de bastante poco, pero ya conocemos a Lars Von Trier y su forma de entender el cine, sin ofrecer demasiadas premisas para entretenernos.

Cosa que por un lado me parece bien, pues no soporto esa tendencia actual, aunque lleva ya unos cuantos años, de intentar mantenernos entretenidos "a toda costa", con una auténtica "ensalada de planos" de duración ínfima y un montaje demasiado acelerado, tipo videoclip, donde la secuencia más larga debe durar un nanosegundo o similar. Ya lo comenté en alguna otra ocasión. Por eso, no hay que preocuparse en el cine del director danés, por otras cosas tal vez, pero por eso no. Como ya dijimos en el primer capítulo de Nymphomaniac, Von Trier se declara heredero de Tarkovski y con eso creo que está todo dicho.
No voy a entrar en aspectos técnicos de esta continuación, pues apenas varía nada de lo visto en su primera parte y los distintos colaboradores son los mismos, por lo que ya hablamos de ellos.
Respecto a su elenco artístico, aquí deja paso la pareja protagonista de Stacy Martin y Shia LaBeouf a Charlotte Gainsborough que es la que lleva todo el peso dramático de la cinta, ya sea narrando la historia junto a Stellan Skargaard o como la "reina" indiscutible de los diferentes episodios que restan para finalizar la película; en concreto dos.
Argumento algo más descarnado, donde se mezclan el sexo interracial, los tríos, el sadomasoquismo, la humillación, la homosexualidad, la pedofilía y alguna lindeza más, aunque bien rodado y con esa patina de cine de autor que consigue que no escandalice al público cinéfilo y al que se acerque atraído por lo sórdido de su guión, aunque para ser sinceros, imagino que serán los menos.
Sus más de dos horas se llevan bien y no aburren nada y aparecen varios de sus actores fetiche como Udo Kier, Jean Marc Barr o Willem Dafoe en secuencias muy atrayentes, sobre todo en su parte final, el último relato es una absoluta delicia, pleno de ritmo, interés y el talento que atesora Lars Von Trier. El único pero, a este "Nymphomaniac (volumen 2)" es su conclusión, algo ridícula pero muy en la linea de su director, que jamás busca la absolución de sus personajes y de sus vidas. Algo así como Robert Bresson, en su concepción jansenista del cine, donde el perdón llegaba al final con la muerte o la cárcel.
Lo que sigue siendo una delicia es, como comentaba en la primera parte, la banda sonora adaptada, aquí podemos degustar desde el preludio de "El oro del Rin" de Richard Wagner a Häendel, en un curioso guiño al inicio de "Anticristo". Muy bien.
Pero prometí en la otra entrada contar una anécdota que me sucedió con "Europa". Ahi va:
Corría el año 1991 o 1992, por entonces bordeaba o acababa de cumplir la mayoría de edad y era un "jovencito" cinéfilo, con muchas ganas y muy impresionable. Imagino que como bastantes postadolescentes de mi generación, y de otras generaciones. El caso es que había visto "Europa" unas cuantas veces en el olvidado cine Alexandra de Madrid, pienso que unas seis veces, y hablando con un amigo, que sigo manteniendo años después, acabamos yendo a por entradas para que él la viese. Al comenzar la "peli", con la poderosa voz de Max Von Sydow, introduciéndonos en una hipnosis, mientras en pantalla nos muestran unas vías del tren pasando a toda velocidad, perdí el sentido de la realidad y me sumergí en los confines de Europa. Al salir, tome mi abrigó y salí al hall de la sala para encender un cigarrillo. Mi sorpresa llegó cuando vi salir a mi amigo, le saludé y le pregunté que hacía ahí, me dijo que ver el film y me pregunto lo mismo. Tras unos instantes de un silencio interminable y una confusión mental evidente, advertimos que habíamos ido al cine juntos, nos habíamos sentado al lado durante toda la proyección y nos habíamos evadido durante la hora y media de proyección, olvidando lo demás. La sensación fue muy extraña y no quedo más remedio que acabar en uno de esos bares que ya no existen, de público veterano y precios irrisorios, bebiendo combinados y conversando sobre "Europa", sobre cine, sobre el futuro y sobre la vida. ¿Cómo no voy a querer yo a lars Von Trier?
Es evidente a quien tengo que dedicar esta entrada. ¡Esepunto, va por usted!


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