domingo, 18 de agosto de 2013


CONSIDERACIONES SOBRE "EL CERO Y EL INFINITO"

Quien me conoce o quien siga regularmente esta bitácora, sabe de mi interés por los totalitarismos  y el por qué consiguen durar o incluso perdurar, pues no es extraño encontrar en la actualidad, incluso entre mis propios amigos, personas que se declaran comunistas sin ningún tipo de rubor. Esta novela es como un enorme puñetazo al régimen soviético y a una parte especialmente triste, como es el hecho de las falsas confesiones y posteriores juicios de cargos del partido, como por ejemplo, en los procesos de Moscú de 1936.
El británico de origen hungaro, Arthur Koestler creaba su obra maestra, basándose en esa injusticia histórica de como la vieja guardia era "purgada" sin miramientos por  Stalin y compañía, con personajes tan siniestros como el célebre fiscal Vyshinski, firme convencido del principio de culpabilidad.
Y en esto se basa la novela, un acusado llamado Rubachov, antiguo jerarca del partido, es detenido, obligado a confesar, juzgado y ejecutado por nuevos camaradas. Todos sus pensamientos y la caida en desgracia de todo aquel que intente comprender al reo, son el hilo central de esta extraordinaria historia, que crea un tremendo desasosiego, al comprender las motivaciones y la burocratización del mal, como hablamos hace un tiempo, en la entrada de "Todo fluye" o mucho más reciente, a raiz del estreno de "Hannah Arendt".
Una de los atractivos más interesantes del libro, es comprobar como, a pesar, de que todos los nombres son rusos, en ningún momento se cita la Unión Soviética y Stalin es citado con el nombre de Camarada Uno, aunque siempre sabemos de que se está hablando y mucho más en un tipo como Koestler, que fue comunista durante bastante tiempo y que conoció a unos cuantos de los sometidos a purgas, para acabar abjurando de esta doctrina.
Un tema muy interesante, que trataba Martin Amis en su indispensable "Koba, el temible" y que consiste en como es posible que el comunismo sea perdonado históricamente e incluso contemplado con simpatía. Como comentaba al inicio no entiendo como gente a la que considero inteligente y culta, pueda entender o, incluso, aplaudir una ideología que ha conseguido una infinidad de muertos, falta de libertad y mucho sufrimiento. Imagino que se debe al hecho de sublimar el estado como padre o como Dios y así esperar que éste nos ofrezca todo en forma de propinas o dádivas, como sucede con la "paga" que otorgan los padres a sus retoños o el mundo mejor que ofrecen muchas religiones tras la muerte.
Visto como están las cosas, empiezo a creer en una intervención mínima del estado en los asuntos personales de sus ciudadanos y que sean estos últimos los que con su esfuerzo y su trabajo, consigan salir adelante. Esta es la verdadera libertad, mucho más interesante, aunque más costosa. Y es que nadie dijo que todo en la vida sea fácil. De ahí el auge de los diferentes totalitarismos. Sobre todo en tiempos de crisis. Como los que vivimos.

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