jueves, 25 de abril de 2013


CONSIDERACIONES SOBRE "YUÉ LÀI"

Parece mentira que en pleno barrio de Salamanca en Madrid, exista un local como este. Un restaurante chino, pero chino de verdad, nada de farolillos rojos ni zarandajas similares. Fuimos a degustar el caldero mongol, fondue china o hot spot, que viene a ser lo mismo y la verdad, hay que decir que no pudimos salir más encantados. Un lugar para repetir, porque para remate es bastante económico.



Lo primero que sorprende es su aspecto exterior, que bien da la impresión de ser un restaurante bastante "cutre" y una decoración interior, que bien podríamos catalogar de inexistente, aunque para compensar descubrimos con sorpresa que el local está repleto de clientes chinos, que en una proporción importante superan a los españoles y se confunden entre los camareros que no llevan absolutamente nada que pueda diferenciarlos del resto de comensales.
En este restaurante situado en la calle Hermosilla 101, uno se siente como si estuvieras en el norte de china. A ello también contribuye la falta de limpieza de local y calderos, la ausencia de mantelería y una carta donde descubrimos platos tan extravagantes por estas latitudes como sangre de cerdo china, pulmones o tendones de ternera.
Nosotros habíamos ido a degustar la Fondue china, preparada en un tradicional caldero con sopas a elegir, optamos por el picante y el normal. Y cabe decir que el picante... pica, así que cuidado los estómagos delicados. En el caldo picante descubrimos multitud de cayenas y granos de pimienta.
En la Fondue china, se puede verter casi cualquier cosa vegetal o animal y vimos con satisfacción como en la carta convivían sin problemas las verduras, carnes de ternera y cerdo, pescados, mariscos y casquería. Nuestra mesa optó por degustar carnes, verduras y empanadillas o deliciosos dumplings.
A eso vamos: Comenzamos con carne de ternera, podíamos elegir entre los originales tendones y el brisket, que es el corte del pecho entre las patas delanteras y los hombros. Decidimos ir a lo seguro y preferimos este último, así que aparecieron con una bandeja con finas lonchas de este producto que había que introducir escasos segundos, sacar y comer. Un buen bocado.
Continuamos con dos tipos diferentes de albóndigas, las primeras de cerdo y las segundas de tofu. Estas por sus cualidades había que dejarlas algo más de tiempo para que cuando nos las llevásemos con los palillos a la boca estuviesen del todo hechas. Personalmente, preferí las de ese gran manjar vegetariano que es el tofu, pero mis compañeros de mesa, prefirieron las de carne. Cuestión de gustos. A favor del cocinado de estas "pelotas", cabe decir que se pueden verter en el recipiente sin problemas, ya que flotan y por lo tanto se pueden recoger sin ningún tipo de alteración.
Cosa bien distinta que sucede con las empanadillas, dumplings o raviolis. Puedo asegurar, sin temor a equivocarme, que están preparados uno a uno. Y esto lo puedo asegurar de forma tan taxativa, ya que  teníamos a un par de hombres preparándolos con su tradicional mimo y paciencia. Tras ser elaborados, los dumplings son cocidos al vapor y nos lo sirvieron congelados como el resto de los alimentos. Impresionantes de sabor, aunque hay que tratarlos con cierto mimo, ya que no flotan y pueden perderse en el mar de caldo, así que lo mejor es ayudarse de los coladores, que son muy útiles para "pescar" estos y otros alimentos perdidos.
Lo que más me sorprendió de esta "olla caliente" fueron las verduras, de las que catamos unas verduras chinas similares a la borraja o al grelo y los magistrales sitaque, un hongo conocido como seta japonesa. Su sabor era delicioso, pero hay que tener cierto cuidado si se ha elegido una parte picante de caldo, ya que las verduras se impregnan de la potencia de la guindilla y la pimienta negra y puede no ser tolerado por todo el mundo, en especial por los estómagos más sensibles.
Para finalizar optamos por unos fideos de arroz, que se preparan en cuestión de segundos y ya solo nos quedaba "atacar" la sopa, que gracias a todos los ingredientes vertidos en ella, se convertía en una explosión de sabores distintos, un concentrado total, que no conseguimos terminar por su cantidad pero que satisfizo a todos.
Podríamos haberlo maridado con vino, pero vi mas conveniente beberme unas cervezas chinas, que gracias a su ligero y frío sabor combinaban muy bien, con las elevadas temperaturas del caldero. Para finalizar, tuvieron la gentileza de ofrecernos unos gajos de naranja y pedimos para la sobremesa una tetera de te chinos. El precio fue poco más que comer en una cadena de hamburgueserías. ¿Merece o no merece la pena?

















No hay comentarios:

Publicar un comentario