miércoles, 12 de diciembre de 2012



CONSIDERACIONES SOBRE LA CIUDAD DE "ESTOCOLMO"


Estocolmo es una ciudad que de forma muy rápida enamora al visitante y es que una de las ciudades más bonitas que conozco para pasear, si el clima acompaña.

Gamla Stan es una pequeña vuelta al medievo, calles estrechas que invitan a la lucidez mental, al pensamiento grave. Djugarden, un "jardín de las delicias", un retiro de paz, con una cantidad ingente de museos que salpican una orografía coronada por un impresionante cementerio abierto, el Grona Lund convertido en el parque de atracciones más delirante jamás concebido, el Skansen o el Museo Vasa plasmados en voluntad y representación. Ostermalm, con su lujo atemporal, el espíritu de Ingmar Bergman entre las calles del Kungliga Teatern y las mujeres con las que suspiran los mortales. Sodermalm o la nueva vanguardia sueca, barrio tradicional reconvertido a la bohemia no menos tradicional.
Barrios del centro o de las afueras, como ese bosque de Bromma, donde se rodó la película "Déjame entrar", me han aportado siempre un inmenso placer estético. Una ciudad que siempre que visitó intento hacer mía.
Y es que para un enamorado del cine de Ingmar Bergman, Estocolmo se transforma en un escenario ideal para plantearse cuestiones tan, o tan poco, elevadas como poder encontrar la verdad sin enfrentarse a la propia felicidad o descubrir múltiples defectos sin tener la tentación de arrojarse a las gélidas aguas del lago Mälaren o del mar Báltico. Una cerveza en el "Cazador verde" (den gröne jagaren) ayuda a soportarlo mejor.


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