martes, 18 de diciembre de 2012




 CONSIDERACIONES SOBRE KENJI MIZOGUCHI


 Este artículo lo escribí hace unos años para la revista por internet "Sombras recobradas",editada por la Asociación de Amigos de la Filmoteca Española y en el hablo sobre Kenji Mizoguchi, uno de los grandes del cine japonés y de todos los tiempos.



                                              KENJI MIZOGUCHI: POESÍA EN 35 MMS.

Realmente resulta complicado tratar la figura de un cineasta del cual se ha perdido bastante material de su primera época (cine mudo), así que al analizar su obra voy a centrarme en su manera de entender el cine, las películas ambientadas en la era Meiji y su última etapa, obviando a propósito sus primeros filmes al estar incompletos o ser de aprendizaje.
1. El cine según Mizoguchi
Sorprenderá al lector el título de “poesía en 35 mms” al decir que la regla de oro en el padre de Osen, la de las cigüeñas es el verismo con la cámara: planos largos y generales con un punto de vista lo más objetivo posible, sin apenas artificios, evitando grúas, filtros y sólo colocando travellings en momentos específicos y no dejándose llevar por el irritante plano-contraplano constante que a fin de mantener entretenido al espectador lo trata como si fuera retrasado mental. En el cine de el director de la Elegía de Naniwa la cámara se sitúa en los planos medios a la altura de los actores, incluso si están sentados, de una manera muy similar a la de otro de los grandes directores en Japón, Yasujiro Ozu con el que también comparte el gusto por el decorado, ya que en Mizoguchi la dirección de arte es fundamental y siempre está muy cuidada, sobre todo en las que utiliza a Hiroshi Muzitani como decorador (La vida de Oharumujer galanteLa emperatriz Yang-Kwei Fei...) con el que trabajará con asiduidad.
A pesar de este supuesto verismo, el creador de La calle de la vergüenza dota a sus películas de un claro lirismo y así la poesía o la metáfora comparten escenario con la realidad formal de la cámara, para descubrir esto basta con ver las peripecias de Zushio en El intendente Sansho o el baile de fantasmas y brumas de Los cuentos de la luna pálida de Agosto, aunque gran parte de culpa la tenga el operador de Fotografía, en especial Kazuo Miyagawa (Señorita OyuLos músicos de Gión...) y las sensibles interpretaciones de su musa Kinuyo Tanaka.
2. La era Meiji
Después de las primeras obras que Mizoguchi dirige entre1923 y 1930 y que le sirven como aprendizaje, el autor de La espada Bijomaru comenzará una serie de siete películas ambientadas en la época Meiji que marcarán bastante el futuro de sus creaciones. Desgraciadamente de estas siete obras solo quedan tres, El hilo blanco de la catarataHistoria de los crisantemos tardíos y, Elegía de Naniwa. Se han perdido con el paso de los años El puente de NihonOkichi,la extranjeraEl grupo del viento de victoria y La vida de un actor.
Esta serie es importante en la filmografía de Mizoguchi, porque en ella vamos a encontrar las constantes de sus obras posteriores, como es la capital figura de la mujer que acaba irremediablemente de geisha o prostituta sufriendo un descenso a los infiernos sin una clara redención, (solo recordar el triste final de Oharu, de Tamaki en El intendente Sansho o las prostitutas de La calle de la vergüenza, por citar alguno de los muchos títulos con estas pautas). Esta idea de la no redención choca frontalmente con el cine realizado en la actualidad, sobre todo en EE.UU. y Europa, de clara influencia judeocristiana, aunque esta idea de la no redención que Mizoguchi utiliza de vez en cuando recuerda al cine de Robert Bresson, aunque el director de Lancelot du Lac casi siempre redima a sus personajes con la cárcel o la muerte con una clara tradición jansenista, que también encontramos en el Eric Rohmer más pascaliano de Mi noche con Maud.
Estas historias Meiji forjarán la sutil manera de entender la puesta en escena del creador de La venganza de lo cuarentaisiete samuráis como los travellings o la excesivamente cuidada escenografía, a partir de aquí todo está milimétricamente pensado, el mínimo aderezo tiene una posición estudiada.
Por ello estas obras entre 1929 y 1941 deben citarse por sus valores cinematográficos como por su sentido histórico.
3. Las últimas genialidades
Estos cinco últimos años de carrera cinematográfica son, a mi juicio, los más grandes no solo en Mizoguchi sino en la breve historia del cine. Ningún director en ningún país ha llegado a crear tal número de obras maestras en tan poco tiempo.
He decidido comenzar en 1952, año que queda marcado por La vida de Oharu, mujer galante donde Kinuyo Tanaka llegará a la cumbre interpretativa por recrear a la desdichada Oharu, hija de nobles que pasará de concubina a cortesana para acabar de anciana prostituta. Oharu se presenta en Venecia y dio a conocer a su director para el público occidental.
Al año siguiente el autor de La victoria de las mujeres gana el León de Plata en Venecia con otra obra maestra de dimensiones colosales, Los cuentos de la luna pálida, una historia ambientada a finales del siglo XVI en una pequeña aldea nipona de donde tendrán que huir las hermanas Miyago y Ohama y sus dos maridos.
Esta película tiene de todo y todo bueno, acción, humor, fantasmas y un final que queda grabado para siempre en la retina del espectador.
En este mismo 1953, Mizoguchi también rueda Los músicos de Gión, una suerte de mezcla entre ficción y documental sobre el popular barrio de Gión habitado en su mayoría por geishas y prostitutas. El director de Las amapolasya había visitado en 1936 este barrio en Las hermanas de Gión, otro antiguo clásico.
En 1954 vuelve a petrificar al mundo con una de las historias más brutales y desgarradoras jamás filmadas, El intendente Sansho. La cruel historia de Tamaki (Kinuyo Tanaka) y sus hijos Zushio y Anju secuestrados por piratas cuando buscaban al marido, gobernador exiliado. Madre e hijos acabaran separados, ella convertida en prostituta y los niños vendidos al malvado y corrupto Sansho. Años más tarde ya convertidos en adultos, Zushio y Anju, escucharán el canto de su madre e intentarán escapar de la isla de Sansho para buscarla.
Casi todos los temas del autor de Mujeres de la noche están abordados aquí, es una de esas películas que son fundamentales para comprender que es emocionarse ante una pantalla. En este mismo año también dirige La mujer crucificada donde retoma el tema de las geishas al narrar las relaciones clientes – profesionales y sobre todo entre la propietaria y su hija pianista en una casa de té tapadera de un local de prostitución.
De este 1954 es Los amantes crucificados, donde vuelve a realizar una obra de época (ambientada en el siglo XVIII) para contarnos las peripecias de Osan y Mohei que enamorados serán acusados de robo y adulterio, tendrán que huir pasándolo muy mal y finalmente serán apresados y crucificados.
En 1955 dirige La emperatriz Yang Kwei- Fei su primera película en color y la primera historia inspirada en la historia de China donde Mizoguchi dará un curso de cómo ambientar una historia para narrarnos el suicidio de la despótica emperatriz Yang y el desconsolado y melancólico emperador Hsuan Yung.
Al igual que su antecesora El héroe sacrílego es del mismo año y en color, sobre un padre y un hijo que intentan hacerse hueco en la corte y con los samuráis, sin conseguirlo y sufriendo por ello.
En 1956 el autor de La dama de Mushasino ataca con su último largometraje,La calle de la vergüenza sobre las habitantes de un burdel de Tokio, una obra maestra incuestionable, tan fría, cruda y desoladora como emocionante y bien rodada.
Un broche de oro que superó lo estrictamente cinematográfico, ya que gracias a esta denuncia se consiguió prohibir la prostitución en el país del sol naciente.
Un colofón hacia un hombre y un nombre del cine que comenzó cuando el protector de su hermana geisha le introdujo en esto del séptimo arte. Ver su obra es uno de los mayores deleites visuales que la raza humana puede disfrutar y desde aquí recomiendo su visionado una y otra vez, con calma y veneración porqué si preguntamos de que están construidas las películas de Mizoguchi, parafraseando a El halcón maltés de John Huston diríamos que del material con el que se construyen los sueños. Gracias maestro.

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